Bellotas dulces
Las bellotas dulces son un fruto seco olvidado con un enorme potencial gastronómico, económico y medioambiental
Hoy relegadas a un papel secundario como alimento animal, en el pasado las bellotas dulces fueron protagonistas en la alimentación humana de sociedades de medio mundo. De hecho, allí dónde crecen encinas y robles la gente se ha alimentado de sus frutos. Muchas personas mayores recuerdan haberlas comido asadas encima de la estufa de leña.
Aunque todas las bellotas son comestibles, la mayoría tienen altas concentraciones de taninos que las hacen amargas y astringentes. Por eso las bellotas amargas se tienen que procesar antes de consumir.
Pero, sorprendentemente, los frutos de algunas encinas carrascas son dulces, con un sabor y una textura excepcionales. Estas son las bellotas dulces o bellotas selectas. Se pueden comer directamente como fruto seco, ya sea en crudo o cocinadas, y también se pueden transformar en una gran variedad de productos derivados: pan, pasta, repostería, infusiones, aceite, fermentados, bebidas, etc.
Un alimento de alto valor nutricional
El perfil lipídico de la bellota es semejante al del aceite de oliva, con abundancia de ácidos grasos insaturados. Además es rica en carbohidratos, fibra, vitaminas del grupo B y minerales (potasio, fósforo, calcio y magnesio). Debido a su contenido en taninos, tiene un gran poder antioxidante y, por si fuera poco, es un alimento sin gluten.
La bellota dulce comparte muchas características con la castanya.
- Ambos frutos secos fueron la base de la alimentación de sociedades antiguas. Con un rol parecido al que tienen los cereales en la actualidad.
- Botánicamente, la encina y el castaño pertenecen a la misma familia, las Fagáceas.
- Tienen posibilidades gastronómicas parecidas. En cualquier receta las castañas se pueden substituir por bellotas dulces.
Comparativamente las bellotas dulces tienen una textura menos harinosa y un sabor más suave que la hace ideal para combinar con otros alimentos.